No Hay Como Estar En Casa
Una Exploración Global Sobre La Violencia De Pareja
Un Informe De Investigación Realizado Por: Lucian Perkins, Periodista, Email, Susana Seijas, Periodista, Email, Joanne Levine, Periodista, Email, y Pierre Kattar, Periodista, Email
CAPÍTULO UNO
EN TODAS PARTES
En Suecia es el 28 por ciento. En Nicaragua, el 29. En Uganda, el 59 por ciento.
Ya sea que la llamemos violencia doméstica, violencia de pareja o violencia de género, hay una realidad fundamental: existe en todas partes. En cada país y cada cultura. En cada religión. En cada nivel educacional y económico. Viejos y jóvenes. Hombres y mujeres.
De los 115 países de los cuales tenemos datos recientes, el con menor índice de prevalencia tiene un 5 por ciento. Pero 80 de esos países (un poco más de dos tercios del total) tienen un índice igual o mayor al 20 por ciento. Eso significa que en muchos países, al menos una de cada cinco mujeres ha sido violentada por su pareja.
Cada experiencia de violencia es intensamente personal. Sin embargo, cuando alejamos el lente y miramos el panorama general, nos damos cuenta de lo mucho que podemos compartir a pesar de tener diferentes nacionalidades y culturas – ya sea a través de una historia personal o de los efectos que esta violencia tiene en nuestra sociedad.
Esta es la historia que queremos compartir.
CENTRO DE ACOGIDA
CAPÍTULO DOS
EL PRECIO
Los costos de la violencia doméstica sangran desde el individuo hasta la sociedad.
A pesar de que los costos no sean evidentes para todos los miembros de la comunidad, la violencia doméstica recarga a la justicia y a los sistemas de salud. También aumenta la demanda por servicios sociales incluyendo centros de acogida y apoyo monetario, y causa pérdida de productividad en el trabajo, resultando en una pérdida económica general debido a la disminución de salarios y al gasto en impuestos.
Para la gente que sufre de relaciones violentas los costos son acarreados en una forma muy real y duradera, tanto emocional como sicológica y físicamente. Algunos pagan con sus propias vidas, como en el caso de Johana González, que nuestro equipo encontró en Nicaragua.
CAPÍTULO TRES
LA LEY Y LAS ACTITUDES
La ley importa. Los países donde golpear, mutilar o violar a una esposa es un crimen tienen una tasa promedio de prevalencia de violencia de pareja cinco puntos porcentuales más baja que los países que tienen esas leyes.
CAPÍTULO CUATRO
TODOS TIENEN UN ROL
Nuestros hábitos culturales y normas sociales prescriben muchas de las maneras en que hombres y mujeres interactúan. Para entender la violencia doméstica hay que explorar esas normas y los condicionantes sociales que las conforman. Muchas veces, la violencia de pareja es vista a través del prisma del género y como un tema de la mujer.
Ese no es el caso. El comportamiento basado en género es muchas veces aprendido y enseñado a temprana edad. Las niñas aprenden a ser serviciales. Los niños aprenden a ser machos. Nivelar la balanza de poder entre los sexos tiene que jugar un rol.
Hemos visto cuán importante es la actitud que las mujeres tomen frente a la violencia doméstica en la sociedad. Miremos un poquito más a los hombres. Hombres como criminales. Hombres como víctimas. Hombres como agentes de cambio para mover nuestras culturas.
CAPÍTULO CINCO
NO HAY SOLUCIÓN SIMPLE
Entonces, ¿qué se está haciendo para enfrentar este tipo específico y muy perjudicial de violencia que se desarrolla en los hogares de todo el mundo?
No hay un santo remedio, ni una solución única o simple a este complejo problema social. En un nivel global, nuestros datos nos dicen que las leyes importan, las actitudes sociales importan y que la igualdad de género y el acceso económico importan. Nuestra exploración profunda en los datos de Uganda nos pueden ayudar a reconocer un camino hacia adelante.
CAPÍTULO SEIS
MÁS PREGUNTAS
Sabemos que la violencia física y sexual entre parejas íntimas está en todas partes, y no está restringida a una comunidad en particular. Ocurre a través de todas las fronteras artificiales que nos hemos puesto para diferenciarnos: nacionalidad, idioma, religión, cultura, situación económica y nivel educacional.
Entonces, si este tipo de violencia es tan prevalente, ¿por qué es tan invisible para el resto en nuestro día a día? ¿Por qué no nos damos cuenta? Y si ni nos damos cuenta, ¿por qué no más de nosotros alzamos la voz? ¿Qué debemos decir cuando alzamos la voz?
Estas son preguntas difíciles.
No hay una respuesta única o simple.
Nuestro análisis de datos encontró que aprobar una legislación, cambiar la actitud social frente a la violencia doméstica y mejorar la equidad de género son factores importantes en la discusión sobre la violencia doméstica. Sumado a las opiniones de los expertos y otras personas que hablamos, hay razones para creer que esos factores podrían incluso prevenir que ocurriera violencia doméstica en un primer lugar.
Una vez que este tipo de abuso ha comenzado, incluso si las víctimas se salen de la relación abusiva, no hay garantías para un final feliz. Antoine se divorció de su esposa abusadora y tiene planes para casarse otra vez. Graciela está en un centro de acogida, luchando por construir una nueva vida. Sin embargo, Johana se divorció de su marido abusador pero él la persiguió y la mató en frente de la escuela y de un grupo de niños.
Las mujeres no pueden arreglar esto. Los hombres no pueden arreglar esto. Solo nosotros, como miembros de nuestra comunidad, podemos trabajar en forma colaborativa y colectiva para disminuir es problema prevalente, doloroso y de gran costo social. Si no lo hacemos, ¿qué dice de nosotros?