Bajo El Agua

Cómo El Creciente Nivel De Las Aguas Nos Está Costando A Todos

Un Informe De Investigación Realizado Por: Annia Ciezadlo, Periodista, Email and Preethi Nallu, Periodista, Email


 

COCHIN, INDIA — Por la mañana, antes de irse a trabajar, Ambika Thankappan llamó a su hijo Arun para decirle que el mundo que comparten estaba a punto de inundarse.

"Da, ya está inundado hasta las aldeas cercanas", le dijo con una voz tranquila, con una palabra afectuosa que significa niño en malabar, su idioma. "Y está empezando a llegar a nuestra aldea".

"Estaré allí en una hora", respondió él.

Arun se subió a su motocicleta y partió bajo la lluvia hacia su casa. Pero el agua ya tenía un pie y medio de profundidad. Y estaba aumentando rápidamente. Si no llegaba a tiempo, el agua inundaría todo lo que habían trabajado para construir durante toda su vida: su hogar y todo lo que amaban, incluyendo a Messi, su perro amarillo que meneaba la cola y lambía la cara.

En un día normal, Arun estaría trabajando en una tienda localizada en el Aeropuerto Internacional de Cochin, en el estado de Kerala, en la costa sudoeste de la India. Ambika estaría trabajando en el mismo aeropuerto, recolectando carretillas y alineándolas para los viajeros; un hombre llamado Wilson Perez estaría recogiendo tomates en Immokalee, Florida; y en Toronto, dos hombres llamados Klever Freire y Gabriel Otrin estarían haciendo algo que hacen 81 millones de personas(1), todos los días, sin esperar luchar por sus vidas: tomar un elevador.

Pero el 15 de agosto del 2018 — el Día de la Independencia de la India, casualmente — no fue un día normal para Arun ni para su madre. Esa mañana, después de tres días de fuertes lluvias sin parar, el agua comenzó a subir. Y a subir.

"Nunca olvidaré el 15 de agosto", dijo Ambika más tarde. "Nunca esperamos que el agua subiera tan alto". Y entonces comenzó a sollozar.

Arun tardó dos horas y media frenéticas en recorrer las carreteras inundadas para llegar a su casa. Se sintió aliviado de encontrar su casa todavía seca y a Messi a salvo en el patio. Así que fue a ver a sus vecinos en las exuberantes y verdes tierras bajas detrás del aeropuerto de Cochin, el primer aeropuerto en el mundo en funcionar completamente con energía solar.(2)

Pero dentro del aeropuerto, el agua estaba aumentando. Ya estaba inundando los paneles solares. Alrededor del mediodía, el agua comenzó a surgir a través de la pared detrás de la pista con la fuerza del agua explotando desde una presa.

Arun se trepó a la pared para tener una mejor vista. Estuvo de pie por un mucho tiempo, hipnotizado por la violenta y fangosa corriente de agua.

De repente, entró el pánico: el agua llegaría a su casa en cuestión de minutos y arrasaría con Messi, y todo lo que poseían.

Hasta ahora, los científicos a menudo habían planteado el cambio climático en términos del futuro: ciudades que estarán bajo el agua para el año 2050,(3) el año 2100(4) o los próximos 50, 100 o 200 años.(5) Pero para un número creciente de personas alrededor del mundo, ese futuro acuoso ya está aquí.

Climático de la ONU el lunes 8 de octubre afirma que sin "cambios rápidos, de gran alcance y sin precedentes en todos los aspectos de la sociedad", nuestro mundo superará los 1.5 °C mucho más antes de lo que pensamos — tan pronto como en una docena de años — lo que aumentará la probabilidad de inundaciones, olas de calor y sequías.

"Uno de los mensajes clave que se desprende con fuerza de este informe es que ya estamos viendo las consecuencias del calentamiento global a 1 °C a través de un clima más extremo, el aumento del nivel del mar y la disminución del hielo marino en el Ártico", dijo Panmao Zhai, co-presidente del grupo de trabajo sobre la ciencia física del cambio climático, IPCC (por sus siglas en inglés)“.

Una de las consecuencias más inmediatas y concretas de esos cambios son las inundaciones. A medida que las temperaturas más altas provocan un aumento del nivel del mar y más lluvias extremas, cada vez más personas están aprendiendo a vivir con inundaciones catastróficas. Muchos encuentran formas creativas de adaptarse. Pero esto tiene un costo — ante todo para ellos, pero al final para todos nosotros.

Los economistas intentan calcular los efectos a largo plazo de nuestro mundo cada vez más inundado en las cadenas comerciales mundiales, el PIB nacional, el ingreso familiar y la desigualdad. Pero su investigación emergente sugiere que los costos humanos y financieros de las inundaciones ya son mucho más altos y más duraderos de lo que se había sospechado. Un estudio reciente(6) señaló que sin adaptaciones estructurales a gran escala, las pérdidas económicas totales derivadas de las inundaciones fluviales inducidas por el clima causarán un aumento del 17 por ciento en las pérdidas económicas a nivel mundial durante los próximos 20 años.

"Si solo estamos sumando el costo directo de una inundación en las casas que fueron afectadas, el precio que tomó rescatarlas, el precio que se necesita para reparar la infraestructura, etcétera, entonces potencialmente estamos ignorando grandes costos ocultos asociados con esas inundaciones", dijo Amir Jina, profesor de la Universidad de Chicago quien trabaja con Laboratorio de Impacto Climático,(7) una colaboración entre científicos del clima, economistas, ingenieros de datos y analistas de riesgo que intenta cuantificar exhaustivamente los impactos del cambio climático.

Hace cuatro años, Jina y otro investigador, Solomon M. Hsiang, analizaron los efectos de los huracanes — de los cuales las inundaciones representan una parte importante del costo — en los ingresos nacionales. "Encontramos algo que creo que sorprendió a mucha gente, hasta a nosotros", dijo Jina: "incluso 20 años después de que llega un huracán, se ve una disminución del PIB".

Las personas que viven en la ruta de una inundación, como Arun y Ambika, a menudo son las que normalmente llevarían a cabo las pequeñas tareas cotidianas que mantienen la economía mundial en movimiento. Debido a que las inundaciones tienden a golpearlos con más fuerza, les puede llevar décadas recuperarse. El daño que les provoca nos costará a todos— incluso si no vivimos cerca del mar.

"No es solo un problema costero", señaló Jina. "Es un problema de todos".

EFECTOS ECONÓMICOS EN CASCADA

Hay un dicho en malayalam sobre Onam, el festival anual de la cosecha: prepara tu fiesta de Onam, incluso si tienes que vender las semillas del próximo año para hacerlo. Este festival marca el final de la temporada de lluvias —caracterizada por la escasez — y el regreso a una buena vida.

En un año normal, la fiesta de Onam constaría de docenas de platos famosos de Kerala, servidos en una hoja de banano con un pappadam y payasam, el cual es un budín ceremonial dulce con nueces. Kerala sufrió daños catastróficos durante la inundación; pero una de las pérdidas más importantes fue algo intangible: el festival Onam.

Además del daño inmediato, cada inundación tiene una serie de efectos duraderos y de largo alcance —lo que los analistas de riesgo llaman "costos en cascada"— que se extienden externamente a través de las geografías, las economías y las vidas. Algunos costos son tangibles y pueden recuperarse a tiempo; pero los costos menos tangibles a menudo son irrecuperables.

"No es difícil reemplazar un edificio o secarlo o hacer lo que se deba hacer", dijo Cáceres. "Pero el tiempo de inactividad y la pérdida de productividad que genera la operación en esa instalación podrían tener un impacto global".

El aeropuerto de Cochin es uno de esos ejemplos. Cuando Ambika descubrió que su casa estaba inundada y que todo estaba destruido, ella sobrellevó el abrumador dolor volviendo al trabajo.

Durante seis días, comenzando el 18 de agosto, Ambika y cientos de otras personas — alrededor de 800 trabajadores regulares del aeropuerto, ella calcula, y ​​400 de otras partes de la India—trabajaron continuamente para limpiar el aeropuerto de Cochin. Se necesitaron 200,000 horas de labor — cerca de unas 833 personas trabajando durante todo el día durante diez días — para arreglarlo todo.

Para el 22 de agosto, una semana después de la inundación, el aeropuerto de Cochin estaba casi listo para volver a funcionar. Pero todas las personas que mantienen un aeropuerto en funcionamiento, como el personal de apoyo, no lo estaban. Con la vida de las personas todavía en caos —viviendo en campamentos porque sus casas estaban inhabitables, las carreteras se deslavaban, enfermedades como la fiebre por mordedura de rata (leptospirosis) comenzaban a propagarse, el aeropuerto estimó que el 90 por ciento del personal de la aerolínea y de base no podría presentarse a su trabajo. Después de reunirse con la aerolínea y las agencias de servicios de escala, el aeropuerto anunció(8) que permanecería cerrado una semana más.

El aeropuerto de Cochin calculó que el costo por cerrar dos semanas sería de 2 mil millones de rupias, o 27 millones de dólares.(9) Pero probablemente llevará meses o años calcular el impacto de la pérdida de la temporada de fiesta Onam en la economía local. Normalmente, miles de keralitas alrededor del mundo vuelan a casa para llegar a Onam; pero con el aeropuerto cerrado durante dos semanas, toda la temporada turística había desaparecido.

"Onam es la celebración que caracteriza a Kerala", dijo Prasanth Nair, subsecretario del gobierno de la India en el Ministerio de Energía Nueva y Renovable. "También es la temporada de compras más grande. Todos los comerciantes reciben anticipos y compran más acciones. La mayoría de ellos se habría abastecido en previsión de un gran negocio, y luego esta inundación acaba con todo. Y a diferencia de las grandes empresas, estas personas no tendrían seguro".

Incluso una inundación relativamente pequeña puede tener costos inesperados meses después. En los Estados Unidos, las fuertes lluvias del huracán Irma en septiembre del año 2017 causaron graves inundaciones en Immokalee, Florida. Ahí es donde se cultiva gran parte de la cosecha de tomates frescos del invierno en el país — y donde vive Wilson Pérez, uno de los trabajadores agrícolas que recolectan esos tomates.

El Sr. Pérez y su hijo de cuatro años, José, pasaron una semana amontonados en una escuela primaria con cientos de personas hasta que bajara el nivel de las aguas. Después, se enfrentaron al tipo de devastación que se está volviendo cada vez más familiar en todo el mundo: restos de naufragios y aguas fangosas cargadas de basura que dejaron toda la zona oliendo durante semanas. El Sr. Pérez y sus vecinos se enfermaron — especialmente los niños. Después de estar encerrados dentro de un refugio para lo que normalmente habría sido su primera semana de escuela, los niños querían jugar afuera. Cuando los recolectores de tomates de Immokalee finalmente regresaron a los remolques caros y en ruinas en donde viven, fue imposible evitar que sus hijos saltaran al agua sucia. "Lo consideraban mar, lago o piscina", dijo el Sr. Pérez. "Les dije que podría enfermarlos. Pero ellos jugaron; es parte de ser un niño".

La mayor parte del daño físico a los campos y a los trabajadores agrícolas al final se reparó. Pero la interrupción de los campos y de la vida de los trabajadores agrícolas retrasó la temporada de siembra de invierno. Dos meses después, eso resultó en una escasez de tomates—y eso, a su vez, hizo que los precios subieran hasta el doble(10) en todo el país, desde California hasta Illinois.(11) "De repente, a mediados de noviembre, el mercado se dispara a un nivel muy alto, porque no hay tantos tomates como el mercado esperaba", comentó Michael Schadler, vicepresidente ejecutivo de Florida Tomato Exchange, cuya membresía representa alrededor del 95 por ciento de los tomates cultivados en Florida. "Muy pronto se pasa de un mercado que probablemente era de 10 dólares por caja, que subió rápidamente a 15 dólares, luego a 20 dólares, y luego a mediados y finales de diciembre, subió a más de 30 dólares por caja".

Como señala Jina, la economista, la mayor pérdida para las empresas y las personas es simplemente lo que nunca sucedió: lo que los economistas llaman costo de oportunidad, y el resto de nosotros podríamos llamar futuro: títulos nunca ganados, ahorros nunca invertidos, pequeñas empresas que perdieron su oportunidad de crecer y prosperar.

Diez días después de la inundación, el 25 de agosto, Arun y Ambika celebraron su fiesta de Onam con dos botellas de agua y un paquete de pan proveniente de un campamento de socorro. "Sentí ganas de llorar", dijo Ambika.

Su casa estaba llena de barro. Al menos 483 personas habían fallecido.(12) La fiebre de rata estaba comenzando a propagarse. Arun y su hermano Abin pasaron días rescatando personas del agua en embarcaciones caseras, y luego regresaron a casa para encontrar tres búngaros azules, una serpiente venenosa cuya mordedura puede ser mortal, en su jardín. El hermano de Arun perdió sus libros de texto de ingeniería y su oportunidad de estudiar para sus próximos exámenes. Cuando vio los libros destruidos, rompió en llanto.

Colectivamente, Ambika y sus hijos perdieron 18 días de trabajo y bienes por un valor de 1,500 dólares: camas, impresora, computadora, lavadora, máquina de coser, estufa, motocicleta, procesador de alimentos, máquina para hacer refrescos, radio y televisión.

Lo peor de todo es que su querido perro Messi ya no estaba. Como nunca abandonó el jardín, tuvo que haberse ahogado. "Todos estábamos tristes porque nos dejó", dijo Ambika.

"Teníamos el corazón roto", dijo Arun. "Lo perdimos todo."

¿POR QUÉ ESTÁN OCURRIENDO MÁS GRANDES INUNDACIONES?

En Toronto, el 7 de agosto, Klever Freire y Gabriel Otrin estaban trabajando hasta tarde en la oficina cuando hicieron algo que normalmente es perfectamente seguro: tomaron el ascensor hasta el garaje del sótano para revisar el auto de Klever.

Pero este no era un día normal. Una repentina y violenta tormenta de lluvia había arrojado hasta 72 mm (2.8 pulgadas) de agua en el centro de Toronto en solo dos horas. El ascensor se hundió en el agua con un zumbido y dejó de responder. El teléfono de emergencia se cortó. La compuerta del techo no se abría. No importaba cuánto golpearan, las puertas permanecían selladas —irónicamente, una medida de seguridad en casos de incendio.

No podían salir; pero el agua si podía entrar. El torrente de agua se metió al ascensor y comenzó a elevarse. Cuando alcanzara el techo del ascensor, se ahogarían.

Una inundación no es nada nuevo; es una de las historias humanas más antiguas. Pero en los últimos años, las inundaciones se han vuelto más graves y catastróficas que nunca. En todo el mundo, las inundaciones son la forma más frecuente de catástrofe natural.(13) Y las catástrofes naturales han aumentado drásticamente en nuestras vidas, gracias a los cambios en los patrones climáticos.

Nadie lo sabe mejor que las reaseguradores, las compañías que cubren riesgos — como terremotos, inundaciones, volcanes y otras catástrofes naturales — que son demasiado grandes para que las compañías de seguros individuales las absorban por sí mismas. Según el análisis del Grupo Reasegurador Munich(14) (Munich Re), la frecuencia de "eventos de pérdidas relevantes" — eventos que causaron la pérdida de vidas o un cierto umbral de daño a la propiedad, ajustado al nivel de ingresos del país(15) — se ha incrementado en un factor de tres a cuatro desde 1980. El año pasado, 2017, fue el segundo más caro registrado.

"Vemos claramente un aumento en la cantidad de desastres naturales en todo el mundo", dijo Ernst Rauch, jefe de clima y geo científico de Munich Re. "Y casi todo este aumento proviene de desastres relacionados con el clima".

A medida que la temperatura de la tierra aumenta, su atmósfera puede contener más vapor de agua. Más humedad en el aire significa precipitaciones más repentinas y violentas—y, paradójicamente, más sequías. "Cuando hay lluvia, esto se intensifica, porque hay más humedad en el aire", dijo Andrea Dutton, profesora asociada de geología en la Universidad de Florida y experta en el aumento del nivel del mar.

Las mayores temperaturas también están causando un aumento en los niveles del mar. Un factor principal es la expansión térmica —el agua más caliente se expande y ocupa más espacio, especialmente debido a que el océano absorbe la mayor parte del calor de la tierra. El otro factor principal es la creciente velocidad a la que los glaciares y las capas de hielo se están derritiendo en el mar. Un estudio reciente,(16) realizado por 80 científicos de todo el mundo, concluyó que la celeridad en el que el hielo se está derritiendo en el océano era mucho más rápida de lo que se pensaba antes. Al modelar datos de encuestas satelitales sobre la región, descubrieron que la celeridad de colapso de la plataforma de hielo se había triplicado entre 1992 y 2017, lo que desencadenó una especie de ciclo de retroalimentación que se espera aumente los niveles del mar aún más rápido de lo que se pensaba.

En las ciudades en la costa, estos dos cambios —aumento del nivel del mar y precipitaciones más extremas— pueden combinarse para crear inundaciones aún mayores. Los niveles más altos del mar significan niveles freáticos más altos; cuando llegan lluvias fuertes, la lluvia que cae del cielo no puede inflitrarse en el suelo, porque la tierra ya saturada con agua de mar no puede absorber más agua. "En las zonas costeras donde se ha tenido un aumento en el nivel del mar, el nivel freático es más alto", dijo Dutton. "De este modo el agua, en lugar de poder filtrarse en el suelo, ahora se ve obligada a permanecer en la superficie o tratar de deslizarse".

Hoy, el 40 por ciento de la población mundial(17) vive a menos de 100 kilómetros (63 millas) de la costa. Y este número está aumentando —también, en parte, gracias al cambio climático. Cada vez más, las sequías están impulsando a las personas en el campo a emigrar a las afueras de las principales ciudades del mundo, muchas de las cuales —8 de las diez mejores del mundo(18)— están ubicadas en las costas o cerca de ellas. Las personas que emigran a las ciudades costeras a menudo terminan viviendo en las afueras, como en la zona detrás del aeropuerto de Cochin, donde viven los Thankappans y otros trabajadores del aeropuerto. Estas zonas tienden a ser más vulnerables a las inundaciones.

El aumento de la urbanización, combinado con el cambio climático y la infraestructura obsoleta, se complementan entre sí para hacer que las inundaciones sean más intensas y perjudiciales. Gran parte de la infraestructura en todo el mundo fue diseñada para un mundo que no experimentaba el cambio climático. La presa Idduki de Kerala se construyó en el año 1976. Partes del sistema de eliminación de aguas pluviales de Toronto(19) se construyeron hace más de un siglo. Pero incluso los sistemas construidos en el último medio siglo no tomaron en cuenta la cantidad o la rapidez con que se elevaría el agua.

"Supusieron que las tormentas del 2018 se verían como las tormentas de 1970", dijo J. Marshall Shepherd, director del Programa de Ciencias Atmosféricas(20)de la Universidad de Georgia, y experto en el tiempo y el clima.(21) "Y no lo son".

En Toronto, Klever y Gabriel observaron cómo el agua les llegaba a la cintura y seguía subiendo. Se pararon en la barandilla. La barandilla se rompió. Trataron de sacar el agua, oraron y gritaron pidiendo ayuda.

Finalmente, lograron hacer una pequeña abertura en las hojas de metal del techo. Fue suficiente para pasar un teléfono móvil y obtener señal para pedir ayuda. Los dos oficiales que respondieron cruzaron el sótano inundado y abrieron la puerta del ascensor con una palanca, justo cuando a los dos hombres les quedaba un espacio de un pie de aire(22) para respirar. Afortunadamente, los dos hombres estaban lo suficientemente sanos como para nadar por el garaje inundado. Pero Klever estaba tan agotado que, a pesar de su entrenamiento de salvavidas, no pudo salir sin que le ayudaran.

Klever y Gabriel sobrevivieron. Pero la imagen de dos hombres a punto de ahogarse en un ascensor cambió todo lo que creemos saber acerca de la seguridad. Los propietarios de edificios y los gobiernos municipales nos preparan con protocolos de seguridad para incendios o actos de terrorismo; pero no, hasta ahora, para un mundo más acuoso.

"Les enseñamos cómo salir de un edificio cuando está en llamas, pero no hablamos con la gente sobre qué hacer cuando el edificio está inundado", dijo Tania Cáceres, analista de riesgos con sede en Toronto y consultora de grandes propiedades inmobiliarias institucionales, propietarios, inversores y desarrolladores. "Si hubiera una amenaza de bomba, sabrían qué hacer. Y es menos probable que tengamos una amenaza de bomba a una inundación hoy en día".

Algunas ciudades sí se preparan para las inundaciones. A medida que las aguas aumentan, una forma de prepararse es simplemente aceptar que estas no se pueden detener — tal vez incluso acogerlas. Desde el rey Canuto,(23) las ciudades portuarias del norte de Europa han tenido una larga historia de aceptación de la inevitabilidad del agua; el ser una economía de altos ingresos también le ayuda.

En Hamburgo, la ciudad portuaria y el centro de envío en el norte de Alemania, el río Elba se desbordó en el año 1962, matando a más de 300 personas y destruyendo 6,000 viviendas. Desde entonces, Hamburgo construyó un sistema masivo de diques alrededor de la ciudad. También hizo dos cosas que hicieron que la protección contra inundaciones fuera aún más necesaria: invirtió 3 mil millones de euros en HafenCity,(24) una remodelación de uso mixto de las antiguas zonas portuarias a lo largo de la orilla del río; además, hizo que el río Elba se hiciera más profundo, lo que puede exacerbar las marejadas ciclónicas, a fin de acomodar los buques portacontenedores que hacen que la ciudad prospere. En cierto sentido, Hamburgo eligió experimentar con la posibilidad de las inundaciones —y pagar para evitarlo— a fin de mantener en movimiento los centros que benefician monetariamente a la ciudad.

A finales de este siglo, de acuerdo con las proyecciones actuales,(25) el cambio climático expondrá cada año a 5 millones de europeos a las llamadas inundaciones de cien años. En el año 2012, el gobierno municipal de Hamburgo decidió elevar la altura del paseo fluvial de 7.2 metros a 8, y luego a 8.9 metros, para protegerse de las tormentas del futuro. Con 86 millones de dólares, el proyecto será costoso — pero más económico que una inundación.

"Comparado con el costo de una inundación de la ciudad, definitivamente", dijo Jan Hübener, un arquitecto que ha estado trabajando en la pared durante 12 años, primero en el mundialmente famoso despacho de arquitectos Zaha Hadid(26), que lidera el proyecto, y ahora como socio en studioH2K Architekten. "Creo que para una ciudad como Hamburgo, especialmente el centro de Hamburgo —para una zona tan densamente poblada, con toda la infraestructura, con subterráneos y muchos espacios de oficinas— creo que no es una opción aceptar inundaciones aquí".

Por supuesto, no debería ser una opción en ningún lado. Tres semanas después de la inundación de Kerala, el viernes 7 de septiembre, Ambika aún estaba restregando a mano el barro de la ropa de su familia. Libros de ciencia e ingeniería bajo el sol en un tapete tejido de paja. "Esperamos poder salvarlos", dijo Arun.

Pero había un detalle pequeño y bueno: Messi, el perro. Yacía tendido, disfrutando a la sombra debajo de una mesa, meneando todo su cuerpo y rascando la tierra.

Diez días después de la inundación, un sobrino encontró a Messi, medio muerto de hambre y traumatizado, y lo trajo a casa. Él no los reconoció al principio. Pero luego, Ambika gritó su nombre, y él saltó y saltó sobre sus patas traseras para saludarlos. "Después de que regresó, todos estaban felices", dijo Ambika. Al principio, estaba tan demacrado que no podía comer sin gimotear. Así que le dieron panecillos hasta que pudo comer comida sólida.

"Ahora está bien", dijo, sonriendo, colocando un plato de arroz y pescado en el suelo para que comiera. "Necesita una parte de todo lo que cocinamos. Un ligero olor y comenzará a ladrar".

Descubrieron más tarde que los niños del vecindario rescataron a Messi cuando llegó el agua. Los niños llevaron al perro sobre los hombros a un terreno más alto. Le trajeron comida hasta que el agua cubrió esa zona también, y luego desapareció.

Si se puede decir que una inundación hace algo bueno, fue esto: todos se ayudaron entre sí. Cientos de pescadores costeros de Kerala convirtieron sus barcos en embarcaciones de rescate y salvaron a miles de personas(27) de ahogarse. Arun y su hermano pasaron días rescatando personas en balsas caseras hechas con tubos de camiones atados y cubiertos con madera contrachapada. Ataron cuerdas entre postes eléctricos para que los ancianos y los niños se aferraran para que no los arrastraran las inundaciones. En Immokalee, Florida, gente de todo el estado preparó comida caliente y la llevó a las personas atrapadas en los refugios.

Mientras tanto, 6,000 voluntarios alrededor del mundo, muchos de ellos habitantes de la diáspora keralita, trabajaban día y noche para coordinar de forma remota las operaciones de rescate. Desde centros de llamadas en Cochin, Bangalore, Chennai y otros lugares, identificaron y etiquetaron geográficamente lugares donde las personas quedaron atrapadas en los techos o dentro de sus casas, y enviaron a los trabajadores de rescate sobre el terreno.

En las catástofres, las personas inventan redes informales y temporales para ayudarse mutuamente. Estas muestras de generosidad son extraordinarias; pero no son únicas. Los científicos sociales que estudian las catástrofes detectan que las personas son más propensas a ayudarse mutuamente que a cuidarse a sí mismas cuando ocurre una catástrofe. Por un momento las distinciones sociales no son importantes. "Las inundaciones no tienen clase social", señaló Prema Kumari, un tejedor manual de Kerala.

Cuando termina la crisis, la mayoría de la gente vuelve a sus llamadas vidas normales, y estos experimentos fugaces desaparecen. Pero tal vez no tienen que hacerlo. Nair, del Ministerio de Energía Nueva y Renovable de la India, espera aprovechar el impulso de esos miles de voluntarios para construir una versión más sostenible y compasiva de su ciudad natal.

"Tenías la tendencia de ir y llenar un poco el río, incluso invadir un poco el río, construir tu enorme mansión allí, y pensaste que esto era algo inteligente", dijo Nair. "Esa no es la forma en que deberíamos reconstruir aquí. Incluso se anunciaron grandes proyectos sin pensar demasiado en el impacto ambiental. No hagamos eso otra vez".

 

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